La asamblea de iusobrarbe convoca a los vecinos y fuerzas políticas del Sobrarbe, para constituir un comité de huelga, que impulse y coordine las propuestas y acciones para la jornadas del huelga general. la cita es el martes 21 a las 20 horas en las caballerías del castillo de Aínsa.
Las batallas perdidas son las aquellas que no se dan, y esta merece la pena darla.
La compañera Pilar de Huesca hace esta reflexión.
Quedan pocos días para la huelga general. Yo, voy. Me sorprenden las dudas que asaltan a algunas y algunos sobre si ir o no ir. Razones variopintas alimentan la duda. Desde el cuestionamiento de la legitimidad de los sindicatos hasta si va a servir para algo, pasando por que se erosiona al PSOE favoreciendo al PP.
Y una se pregunta qué ha pasado para que cuando se está dando la dura, durísima situación que estamos viviendo en cuanto a paro, pérdida de derechos, políticas que alargarán la crisis y lo que queda por venir, algunas personas aún duden de si ir o no ir a la huelga.
¿De verdad alguien puede permitir que le alarguen la jubilación sólo porque por ejemplo no le gusta cómo actúan los sindicatos? ¿De verdad alguien va a consentir que lo despidan baratito y sin razones sólo porque el gobierno puede verse erosionado? ¿De verdad alguien puede ver cómo se privatiza todo lo que necesita sólo porque piensa que un día de huelga no sirve para nada? Pues no me lo creo. No creo que ningún trabajador o trabajadora (en activo, pensionista o parado) de este país, entregue sin rechistar lo poquito que tiene, sus derechos, por unas razones, permítaseme, tan patéticas.
Hay quien habla del miedo, otra razón, mucho más humana, mucho más creíble: un miedo que a veces reconocemos y a veces negamos; un miedo que surge de esa precariedad, de esa vulnerabilidad que ahora mismo sentimos, más que nunca, cada uno y cada una de los trabajadores y trabajadoras: Todo nuestro haber, nuestro trabajo, está en venta, en saldo, pende de un hilo. No ir a trabajar un día se convierte en una osadía: “no muerdas la mano que te da de comer”, repugnante frase devenida en dogma, pues la escucho con demasiada frecuencia y al hilo de temas varios.
Y es que todo, después de unos cuantos años de doctrina liberal, está preñado de mentiras, de inversiones del lenguaje. Y es que han calado algunas ideas: los derechos no son derechos, son regalos; no es el trabajo el que hace crecer el capital y por tanto el beneficio, sino que es el capital el que nos concede la oportunidad de trabajar. Alfombra roja para el dinero, para el negocio, cuanto más especulativo, mejor, más honores. Patio trasero para el trabajo, salarios al suelo, precariedad.
Es tiempo de poner las cosas en su sitio. De decir quién da de comer a quién y quien muerde manos. De decir quienes producen la riqueza, quienes merecen derechos, a quienes ha de cuidar el Estado, la política. Que no se puede acosar a los trabajadores, que no les damos permiso, que podemos parar el país, y entonces, ¿para que sirven sus billetes, sus activos financieros, sus SICAV, sus mercados…? Por eso la huelga es la única forma de reclamar lo que es nuestro, de recordar esas verdades, porque el trabajo, nuestro trabajo, es nuestra única carta para jugar una partida frente a tantos tramposos que juegan desde hace tiempo de farol. Sin nuestro trabajo no hay nada. Por eso no podemos tener miedo, porque tenemos más fuerza de la que ellos creen, pero tenemos que ir juntos, tenemos que ir todos, todas. ¿A dónde? A pisar la alfombra roja.
Las batallas perdidas son las aquellas que no se dan, y esta merece la pena darla.
La compañera Pilar de Huesca hace esta reflexión.
Quedan pocos días para la huelga general. Yo, voy. Me sorprenden las dudas que asaltan a algunas y algunos sobre si ir o no ir. Razones variopintas alimentan la duda. Desde el cuestionamiento de la legitimidad de los sindicatos hasta si va a servir para algo, pasando por que se erosiona al PSOE favoreciendo al PP.
Y una se pregunta qué ha pasado para que cuando se está dando la dura, durísima situación que estamos viviendo en cuanto a paro, pérdida de derechos, políticas que alargarán la crisis y lo que queda por venir, algunas personas aún duden de si ir o no ir a la huelga.
¿De verdad alguien puede permitir que le alarguen la jubilación sólo porque por ejemplo no le gusta cómo actúan los sindicatos? ¿De verdad alguien va a consentir que lo despidan baratito y sin razones sólo porque el gobierno puede verse erosionado? ¿De verdad alguien puede ver cómo se privatiza todo lo que necesita sólo porque piensa que un día de huelga no sirve para nada? Pues no me lo creo. No creo que ningún trabajador o trabajadora (en activo, pensionista o parado) de este país, entregue sin rechistar lo poquito que tiene, sus derechos, por unas razones, permítaseme, tan patéticas.
Hay quien habla del miedo, otra razón, mucho más humana, mucho más creíble: un miedo que a veces reconocemos y a veces negamos; un miedo que surge de esa precariedad, de esa vulnerabilidad que ahora mismo sentimos, más que nunca, cada uno y cada una de los trabajadores y trabajadoras: Todo nuestro haber, nuestro trabajo, está en venta, en saldo, pende de un hilo. No ir a trabajar un día se convierte en una osadía: “no muerdas la mano que te da de comer”, repugnante frase devenida en dogma, pues la escucho con demasiada frecuencia y al hilo de temas varios.
Y es que todo, después de unos cuantos años de doctrina liberal, está preñado de mentiras, de inversiones del lenguaje. Y es que han calado algunas ideas: los derechos no son derechos, son regalos; no es el trabajo el que hace crecer el capital y por tanto el beneficio, sino que es el capital el que nos concede la oportunidad de trabajar. Alfombra roja para el dinero, para el negocio, cuanto más especulativo, mejor, más honores. Patio trasero para el trabajo, salarios al suelo, precariedad.
Es tiempo de poner las cosas en su sitio. De decir quién da de comer a quién y quien muerde manos. De decir quienes producen la riqueza, quienes merecen derechos, a quienes ha de cuidar el Estado, la política. Que no se puede acosar a los trabajadores, que no les damos permiso, que podemos parar el país, y entonces, ¿para que sirven sus billetes, sus activos financieros, sus SICAV, sus mercados…? Por eso la huelga es la única forma de reclamar lo que es nuestro, de recordar esas verdades, porque el trabajo, nuestro trabajo, es nuestra única carta para jugar una partida frente a tantos tramposos que juegan desde hace tiempo de farol. Sin nuestro trabajo no hay nada. Por eso no podemos tener miedo, porque tenemos más fuerza de la que ellos creen, pero tenemos que ir juntos, tenemos que ir todos, todas. ¿A dónde? A pisar la alfombra roja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario